Texto aparecido en La Haine escrito por Miguel G. Macho
Siempre que en otro país aparece un grupo de esclavos tan hasta los
genitales de todo que se ponen a quemar cosas, tirar piedras y joder
para reclamar algo; la opinión general de la sociedad española pasa
entre “alegrarse” de que España no sea Grecia (esos están bien cómodos
aquí como para desear que se les agite su paz) o entrar en una
autoflagelación constante diciendo que por aquí no tenemos el valor para
levantarnos de una vez como hacen ellos.
El asunto es que cuando por fin ocurre algo en España, por muy
pequeño que sea, siempre encuentran excusas algunos del segundo grupo
para condenar esto que llamamos disturbios. Criticar la quema de unos
malditos e insignificantes cubos de basura y neumáticos, o directamente
entrar en cólera hippipacifista por destrozarle las tripas a un policía
de una buena pedrada mientras guardan silencio por los tropecientos
detenidos que están siendo torturados en comisaría. Sueñan con una
revolución abstracta y no material, sin mancharse las botas de barro,
pero es que además no han estudiado revoluciones del pasado ni mucho
menos la teoría revolucionaria; desconociendo como se desarrolla este
proceso de cambio pero atreviéndose a juzgar a los demás desde su
ignorancia en la materia.
A esta gente del segundo grupo, decirles que ningún cambio político
de importancia, ninguna revolución en el sentido más estricto de la
palabra, se hizo sin dar leña; pero tampoco en un solo día donde de
repente todos apoyaban el cambio en una jornada hipermegarevolucionaria
de colores que asaltó el poder con una voz en off de Constantino Romero y
una banda sonora de Queen muy chula. No, todo es gradual, violento y
gradual.
En todo cambio, en toda revolución, primero aparecen grupos
desorganizados liándola, desobedeciendo al poder que esté establecido y
que les lleva un tiempo condenando a la miseria; en este caso nuestro
una mezcla de democracia burguesa con dictadura fascista, modelo de
estado único en el mundo porque solo aquí triunfó el fascismo de
entreguerras. Después, o a la par, se montan huelgas en determinados
sectores que pueden o no triunfar; creando núcleos de organización
colectiva y de lucha para otros frentes. También se van convocando
manifestaciones pacíficas por todos lados, llegando a terminar algunas a
pedradas contra esa representación directa del régimen establecido que
son las fuerzas de “la ley”. En general un largo etcétera de situaciones
previas en donde se van acumulando fuerzas revolucionarias que
desconocen siquiera que lo son, para poder germinar de ese caldo una
organización revolucionaria que plantee una alternativa a un pueblo
hastiado de lo que ya hay. Sobra decir que ese mismo pueblo suele
desconocer a donde le llevará ese cambio o mismamente que es lo que está
apoyando, y que por eso mismo tantos nos emperramos en soltar la
palabra “organización” cuando suceden estos acontecimientos, algunos por
desgracia como si fuese un mantra sin entender la realidad.
Para que unos disturbios espontáneos dejen de serlo, para que una
huelga deje de ser una simple lucha sindical y pase a conformar un
engranaje más amplio de lucha y para que las manifestaciones-batukadas
se politicen en esta época tan sucia de la “no ideología”; lo que debe
hacer toda persona comprometida con el cambio es precisamente participar
en ella, estar en todos lados sin perderse ni una. Intentar extender la
idea de la organización revolucionaria en ese caldo de cultivo tan
propicio para el cambio, siempre desde el respeto a aquel que quieres
convencer porque le está echando agallas al asunto y no es plan de ir de
sabelotodo. Eso es todo, no hay secretos ni fórmulas milagrosas a 5€ la
unidad, es un trabajo constante y arduo, pero que siempre da frutos
aunque sean lejanos.
En este instante no hay una organización revolucionaria, no hay
esperanzas de cambio por el momento y no va a aparecerse San Revolución
de la nada para salvarnos el culo a todos rollo celestial; porque todo
es un proceso de cambio que lleva la evolución citada. Es un proceso de
años, décadas incluso, en donde la semilla del cambio debe germinar poco
a poco en los corazones de miles de personas y que los que tienen claro
el camino a tomar deben ayudar siempre a regar, nunca a secar. Lo que
no puedes hacer si crees en ese cambio es apoyar que se arranquen los
pequeños brotes que aparecen tan tímidos en este secarral tan sombrío
que es España, porque lleva pasando la segadora del yugo y las flechas
demasiado tiempo dejándonos bien lisitos y tranquilitos a todos.
Salud y fuego, claro que si.